Texto e ilustración de Iván G. Solís y Edgar Fernandes.
En el anterior número de La Jueya hemos detallado los pasos para realizar un capítulo de anime y el trabajo que conlleva. Esta vez trataremos de explicar la dura situación laboral que sufren en Japón los animadores (quienes dibujaban las escenas definitivas del capítulo).
Casi todos los estudios de animación (hay excepciones) cuentan con un presupuesto fijo, cuya mayor partida se destina a la publicidad, en perjuicio de los animadores, una mano de obra baratísima y muy explotada, incluso para la media de Japón y a pesar de que escasean como demandantes de empleo.
La “animación” es una técnica en la que la rapidez y calidad del dibujante son vitales, y que exige muchas horas diarias (11 – 13 de media) de dedicación. La actividad diaria desgasta, sobretodo sabiendo que no pasarás en la mayoría de los casos de 500 euros al mes y de una cotización también escasa. Y además, en Japón los alimentos son mucho más caros que en España, pues buena parte de ellos se tienen que importar. Los autóctonos son pocos e impera la comida basura, llegando al extremo de acostumbrarse a “tener hambre” y a gastar muy poco en comida.
Existen numerosas organizaciones que denuncian la situación de los dibujantes, apoyándolos con pequeñas subvenciones o proporcionándoles precios especiales en sus gastos. Por ejemplo, facilitándoles el alquiler de apartamentos: 120 euros al mes incluyendo luz, agua, internet es un modo de “becarlos”, pues el suelo allí es muy caro al ser el décimo país más poblado del mundo, con 335 habitantes/km2.
Para llegar a cobrar un sueldo digno y no trabajar tantas horas, el dibujante japonés ha de alcanzar mucho prestigio, lo que por desgracia muy pocos consiguen; es lamentable que la calidad y la rapidez en el trabajo no den para más en el país del sol naciente.