Toni López (La Crónica de Piloña).

Justo a finales de Diciembre, en The Guardian, se daba a conocer: que fruto del análisis de los datos del Breakthroug Listen se había detectado la primera señal candidata a un posible origen tecnológico extraterrestre. La señal se registró en 2019 por el radiotelescopio Parkes en Australia, era una onda de radio de unos 980 MHz proveniente de la estrella Próxima Centauri. En las tres horas de duración hay un cambio de frecuencia compatible con el efecto doppler que pudiese generar un planeta, por lo que se especula con su origen desde el exoplaneta Próxima B.

Esta no es la primera señal de radio con un origen inexplicable, en 1977 en el Observatorio Big Ear de Ohio se detectó una señal conocida como WOW que no parecía tener un origen natural, y aunque hoy en día se apunta a que fue producida por un magnetar, aún sigue siendo un misterio.

En el siglo XVI Giordano Bruno fue el primero en afirmar que las estrellas podían ser soles con planetas alrededor y en 1995 el descubrimiento del primer exoplaneta (51 Pegassi b) le dio la razón. Con el nacimiento de la ciencia ficción en el siglo XIX, de la mano de autores como HG Wells y Julio Verne, el interés por la vida extraterrestre adquiere un carácter permanente en la sociedad. Esta expectación por la búsqueda de vida en otros mundos experimenta un crecimiento espectacular en el siglo XX, debido a los avances tanto en astronomía, de la astronáutica y por supuesto con la llegada del hombre a la Luna.

En el siglo XXI se han ido descubriendo multitud de mundos entorno a otras estrellas, hay decenas en la zona habitable de sus sistemas, es decir que es posible que alberguen agua líquida en su superficie. Además, diferentes avances en biología, han permitido ver como algunos organismos pueden usar fuentes de energía para vivir diferentes del Sol. En 1977 el equipo de la institución oceanográfica de Woods Hole descubrió fuentes hidrotermales llamadas fumarolas a 2400 m de profundidad en el Oceano Pacífico, en este lagar había un ecosistema que proliferaba con la energía geotermal sin recibir la luz del sol.

Cada vez se descubren más fuentes inusuales de energía de las que se nutren diferentes comunidades de seres vivos, mismamente el 11 de enero de 2020 Europapress daba a conocer cómo científicos de la universidad de Michigan estudiaban a la bacteria Geobacter que podía alimentarse del oxido de metales y que tienen una espectacular resistencia a la radiación y a los ambientes tóxicos. Estos planteamientos llevaron a Científicos como Carl Sagan a estudiar la posibilidad de vida en diferentes cuerpos del sistema Solar. Sagan en 1967 publica en Astrobiology un estudio sobre la posibilidad de vida en las capas altas de Venus, abriendo la investigación a nuevas posibilidades en la búsqueda de vida. Planteando así la búsqueda de fuentes de energía en diferentes planetas o satélites que puedan sustentar y condiciones que no necesariamente impliquen una abundancia de agua.

De esta forma en nuestro sistema Solar tenemos candidatos para la vida muy variados (véase el dibujo). En Venus se busca vida en capas altas de la atmosfera que queden de un pasado que pudo ser como el de la tierra, al igual que en Marte también se buscan indicios de vida en

los lagos de agua bajo sus casquetes polares. En algunas lunas de Júpiter como Europa y Ganímedes o de Saturno como Encédalo se tiene diferente grado de evidencia de mares interiores en los que podrían vivir seres vivos gracias a la energía geotermal, como en las fumarolas. Esta energía se produciría por la deformación gravitatoria al girar en torno a sus planetas. Además la luna Titán posee mares de hidrocarburos y posee un ciclo del metano similar al del agua.

Todos estos lugares nos hacen soñar con las posibilidades de la vida y preguntarnos qué nos diría un ser de otro mundo. Pero este sueño no debe hacernos olvidar la fragilidad del único planeta en que podemos vivir. Muchas investigaciones sugieren que Venus fue, hasta hace unos millones de años, un mundo con mares como la Tierra y que un efecto invernadero, lo hizo convertirse en el planeta más caliente del Sistema Solar. Quizá en Venus queden bacterias en las capas altas de la atmosfera, vestigios de un mundo que fue como el nuestro, pero nosotros no somos bacterias. Venus nos advierte lo que puede hacer un cambio climático a un mundo.