El inaudito avance del negacionismo anticientífico
Toni López (La crónica de Piloña)
Uno de los efectos más extraños de la sociedad moderna es la rápida propagación de todo tipo de ideas a través de redes sociales o de medios de comunicación que no verifican la información. Este fenómeno se extiende en todos los campos y se viene estudiando desde hace años, por ejemplo en 2015 Sergi Cortiñas Rovira (Director del Observatorio de Comunicación Científica de la Universidad Pompeu Fabra) publicaba en Investigación y Ciencia el artículo “la Pseudociencia en los medios”. En este artículo se daba a conocer una investigación sobre la proliferación de informaciones falsas sobre ciencia en medios de comunicación españoles. Según el estudio se diferencian dos grupos de periodistas, respecto a este tipo de contenidos engañosos, los que se preocupaban por la falta de rigor y los que no tienen sensibilidad alguna sobre este fenómeno.
El tiempo siempre nos ha dado suficiente perspectiva para ver la importancia del rigor científico. Precisamente, en tiempos de pandemia, se hace imprescindible conocer con detalle y veracidad las informaciones científicas, pues la diferencia entre el bulo y la información probada puede salvar vidas. Paradójicamente, el 23 de Enero de 2021 en Madrid, hemos visto manifestarse a colectivos que iban desde quienes negaban la existencia del virus, hasta los que negaban sus efectos, a la par que el nivel de muertes diario se situaba en el entorno de las 400 personas en toda España.
Aunque son varios los artículos, como el que publicaba en Septiembre de 2020 Abril Phillips en la Vanguardia “Antivacunas: dos siglos contra la evidencia científica”, que intentan poner al lector en una perspectiva realista, con datos, evidencias y hechos históricos para combatir la proliferación de falsedades en temas científicos, lo cierto es que el avance de la pseudociencia es imparable.
En 2018 Redacción Médica publicaba que el porcentaje de antivacunas en España estaba entre el 6% y el 8% (Ver gráfico). Este movimiento se refuerza con las dudas sobre la seguridad de la vacuna de Astrazeneca. La investigación de los trombos en diversos pacientes llegó a paralizar la vacunación en varios países europeos, incluida España, hasta que se pronunció la Agencia Europea del Medicamento a favor de dicha vacuna. Esta vacuna no ha sido la única que se ha vinculado con casos que arrojaban dudas sobre su seguridad: en Noruega se “asociaron” 23 muertes de personas de más de 80 años a la vacuna de Pfizer, como publicaron entre otros el Comercio en Enero del 2021 y podríamos escribir una columna entera sobre el número de publicaciones contra la rusa Spunik V. Precisamente las prácticas de las grandes farmacéuticas, que a menudo hacen cuestionar su ética, y el escenario de incertidumbre hacen que esté justificado un temor sobre la seguridad de diferentes vacunas y que se tomen las precauciones necesarias. Pero no debe confundirse la precaución y la petición de seguridad en las vacunas con la negación de su utilidad como herramienta de prevención contra las enfermedades.
El movimiento antivacunas nace casi a la par de que Jenner hiciese su gran aporte para la vacunación de la Viruela a finales del siglo XVIII. Pero sería a finales del siglo XIX cuando se
crean las primeras campañas de vacunación obligatoria y sus detractores forman las ligas antivacunas. Debido al éxito del proceso de vacunación, sus detractores, se convertirán en minoritarios durante el siglo XX. Los argumentos antivacunas giran en torno a la libertad individual, interpretaciones teológicas y las supuestas enfermedades asociadas a la vacunación. A principios del siglo XIX se acusaba a las vacunas de causar sífilis sin pruebas, en los años 70 del siglo XX una publicación asociaría la vacuna infantil contra la tosferina con daños neurológicos y en los 90 se vinculan las vacunas con el autismo. A pesar de que el Estudio Nacional sobre la Encefalopatía Infantil de Reino Unido refutó la relación entre la vacuna de la tosferina y los daños neurológicos, se tardó muchos años en que se recuperase la confianza y se produjeron varias epidemias de tosferina en Reino Unido. En los años 90 la relación entre autismo y vacunas fue rápidamente refutada pero aún en nuestros días se siguen esgrimiendo como argumento por los antivacuanas.
Además de detractores de las vacunas, en las redes podemos encontrar fácilmente páginas que defienden que la tierra es plana, que el ser humano nunca llegó a la luna, que las pirámides las hicieron los extraterrestres y un sinfín de teorías pseudocientíficas que suelen tener mayor difusión que cualquier trabajo científico. El desprecio al conocimiento y su sustitución por entelequias amenaza el buen juicio de la sociedad democrática. El desconocimiento de la mayoría siempre será el caldo de cultivo de quienes se nutran de la ignorancia para estafar o engañar a los demás.