José María (izquierda) con unos vecinos, en una cabaña de los Lagos de Covadonga. Los instrumentos empleados fueron elaborados por su mano. (1969)

Laura Núñez, Olaya del Cueto y Elisa Martínez

El entorno de los Lagos de Covadonga es una zona -podríamos decir- muy conocida, incluso en el ámbito internacional. Miles de turistas pisan sus caminos y camperas, y fotografían los parajes aledaños con los animales que allí se encuentran. Pero detrás de todos estos paisajes idílicos y cumbres escarpadas, se esconde una historia profunda e interesante.

Allá a mediados del siglo XIX, hacia 1844, se descubrió la presencia de manganeso en esta zona. No sería hasta 1870 cuando se empezase a explotar de manera intensiva el lugar, que desde entonces pasaría a conocerse como Buferrera.

De la mina de Buferrera, en manos de compañías inglesas, no solo se extraerían minerales como el manganeso, sino también mercurio o hierro. En los primeros años, los minerales se extraían de forma manual y eran llevados en burros o mulas hasta Covadonga, donde se encontraba el tranvía que los depositaba en Arriondas, desde donde se transportaban los minerales hasta Ribadesella, cuyo puerto cumplió un papel fundamental en su exportación a Inglaterra o Francia. En los primeros años de explotación, había más de 500 trabajadores, que por aquel entonces trabajaban con unas condiciones pésimas de trabajo y salubridad.

De todo ello apenas queda rastro, debido a que la explotación minera finalizó en el año 1979; pero lo que perdura de generación en generación son las historias y testimonios de las personas que vivieron y trabajaron allí. Una de esas historias es la de José María de Con Cabielles, un hombre que nació en la propia zona de los Lagos de Covadonga, en 1931, y en la que pasó buena parte de su juventud trabajando.

José María ya era hijo de trabajadores de la mina y nació en uno de los barracones habilitados allí para mineros y trabajadores. Su padre, Jesús de Con, trabajaba como minero; y su madre, M.ª Concepción Cabielles, trabajaba lavando el mineral antes de su envío. La forma de vida en ese momento consistía de un modo u otro en el trabajo, el único modo de subsistir. Así que también José, con solo 7 años de edad, comenzó a trabajar transportando agua para los trabajadores. Y más adelante, como herrero en la explotación minera.

Fabricó diversidad de instrumentos, como trébedes (soporte de tres patas sobre el que se coloca la olla en la lumbre, para cocinar) o torteras (instrumentos en los que mineros o pastores hacían y cocinaban la torta). En ocasiones, por los trabajos realizados recibía cosas de valor semejante, estableciéndose un trueque o pago en especie, en lugar de una venta como tal.

Marina, su mujer, recuerda un episodio que él relataba: «Un día, cuando él todavía era pequeño, vieron llegar una excursión de mujeres francesas que venían a visitar la mina. Eran señoras maduras, elegantes y se veían acomodadas, económicamente hablando. Cuando aquellas mujeres vieron el frío y las condiciones en que lavaban el mineral, se echaron a llorar. Ellos, en aquel momento no percibían la dureza, pero más adelante sí«.

En aquella época todo era tradicional y «analógico»: era difícil contar con una higiene aceptable y muy habitual pasar frío, muchas veces en grado extremo, tanto para mineros como para pastores. Las quejas de los mineros por todas estas condiciones de trabajo llegaron a alcanzar en ocasiones la dimensión de «huelga» o «rebelión».

De todas aquellas construcciones (barracones en su mayoría) apenas quedan unas ruinas, difícilmente reconocibles a simple vista, pero el entorno de la bocamina ha sido rehabilitado como elemento de interés turístico e histórico.

A pesar de la dureza de la época y de lo mucho que había que trabajar para subsistir, José Mª recordaba aquella etapa como una de las más felices de su vida. Hoy en la zona está excluida la posibilidad de explotación y todo su entorno cuenta con especial protección, pero las vivencias de pastores y mineros, como los detalles y condiciones de su existencia, persisten en la memoria familiar. Y aunque sus protagonistas ya no estén, nosotras las dejamos aquí, al alcance de todos.

Fuentes: