El cocodrilo de mazapán, Arriondas.

Irati Aranzeta, Jimena Arena y Silvia Gonzalez

El mazapán de la confitería Campoamor continúa siendo una tradición navideña parraguesa, tras varias décadas desde su primera elaboración.

La tradición se origina hacia los años 30 cuando el anterior maestro pastelero, Víctor, se encontraba en su luna de miel en
Santander y unos pequeños cocodrilos de mazapán captaron su atención. Inspirándose en esas pequeñas figuras, le surgió la idea de elaborar su propio -y gran- cocodrilo de mazapán.

Para la preparación del mazapán, se emplea almendra molida, azúcar glas y clara de
huevo; turrón de yema, turrón de coco y dulce de membrillo. La composición comienza con una primera base de mazapán, obtenida tras la mezcla y posterior horneado de los ingredientes mencionados. La segunda capa se compone de dulce de membrillo, y en la tercera, se emplea turrón de coco, seguida de una más de turrón de yema y de una última de mazapán. La capa final es barnizada con yema de huevo para que, al hornearse y tras el reposo de un día, adquiera ese color tostado característico.

El mazapán empleado en el cocodrilo -se cree- tiene su origen en el «pan de Cádiz», que empezó a fabricarse durante el asedio de aquella ciudad en la Guerra de Independencia (1808-1814). Entonces, tras agotarse la harina, se comenzó a fabricar pan a base de almendras.

Hoy, la tradición continúa. Y quince días antes de Navidad, el cocodrilo vuelve a aparecer en Arriondas junto a otras figuras de menor tamaño y también compuestas de mazapán, como piraguas o peces, haciendo posible que cada parragués pueda gozar un año más de este peculiar dulce navideño.

Fuentes:
Testimonio oral de Javier Hernanz, actual confitero de la Confitería El Campoamor