De izquierda a derecha, Luis Borbolla Espina, Mª Josefa Sánchez Álvarez, Cándida Alonso Díaz y Julio Prieto Díaz, en la casa en la que se alojaban en la localidad de Wevelinghoven, en 1965. Imagen cedida por María Josefa Sánchez.

Recuerdos de la estancia en Alemania.

Marta Herrero, Iker Garmilla y Antonio González.

Una vez en Alemania, Mª Josefa Sánchez y José Luis Borbolla llegaron a la casa en la que habían alquilado una habitación, gracias a una hermana de Luis, Angelina Borbolla, y a su marido Manolo. La casa se encontraba en la localidad de Wevelinghoven, cercana a la frontera con Bélgica y a dos famosas ciudades alemanas, Colonia y Düsseldorf.

Tras días buscando trabajo, consiguieron un empleo temporal en una fábrica de madera donde se hacían plantillas. No obstante, gracias a un comportamiento ejemplar durante las jornadas laborales, la empresa les hizo un contrato fijo, lo que, con el tiempo, atenuó su difícil situación económica.

Pedro, un primo de José Luis Borbolla, ejercía como abogado en Oviedo, y consiguió proporcionarles un pasaporte doble con el que pudiesen emigrar, en el que ya figuraban José Luis y Mª Josefa como marido y mujer. El pasaporte, que Mª Josefa extravió hace ya años, fue la condición decisiva que evitó que mandasen a su marido de vuelta, al otro lado de la frontera, después de sufrir un accidente en la fábrica, que le costó los dedos de una mano.

Después del accidente, Luis encontró trabajo en otra fábrica, esta vez de tractores, en Neuss, una localidad cercana a Düsseldorf. Josefa, por su parte, comenzó a trabajar en otra empresa, dedicada a la fabricación de piezas de aviones, en la misma ciudad que su marido. Además de este destino, Josefa también trabajó en una fábrica de conservas y, por último, en una azucarera, donde se extraía azúcar de la remolacha y se hacían patatas fritas.

No les fue complicado adaptarse. El matrimonio comparte muy buenos recuerdos de su estancia en Alemania, y cuentan que recibieron muy buen trato por parte de todo el mundo, pues en la casa en la que se alojaban conocieron a gente de diversas nacionalidades: italianos, turcos, alemanes, polacos… y también otros españoles. Los españoles eran procedentes de Benia de Onís, de Aballe, en Parres, de la cuenca minera e, incluso, algunos conocidos de Arenas de Cabrales.

Tampoco les costó acostumbrarse a la comida, pues la llevaban hecha de casa en fiambreras con su nombre, para calentarlas al baño-maría en la fábrica. Nunca llegaron a dominar completamente el idioma, pero consiguieron aprender expresiones esenciales que les bastaron para desenvolverse en el día a día de la sociedad alemana.

María Josefa Sánchez en el parque zoológico de Colonia en 1965. Imagen cedida por María Josefa Sánchez.

«Nos trataron de maravilla, de tal manera que la última empresa en la que estuvimos quiso renovar nuestro contrato para volver a trabajar para ellos, cuando ya estábamos de vuelta en España.»

María Josefa Sánchez

En 1969, cinco años después de su llegada a Alemania, el matrimonio regresó a España debido a la muerte del padre de Josefa. Al igual que a la ida, realizaron el viaje de vuelta en taxi. Pepe, un taxista de Panes, y de apellido Abascal, según recuerdan los informadores, los recogió en la casa de Wevelinghoven y los trajo de vuelta a Arenas de Cabrales, haciendo varias paradas en Francia durante el trayecto, para comer y descansar. El viaje les costó 3.000 pesetas, igual que el de ida.

Una vez en España y tras el reencuentro con su familia, aplazaron la vuelta a Alemania para más tarde; pero por suerte, Luis consiguió trabajo en la empresa “Viesgo”, así que finalmente decidieron quedarse en Cabrales.

  • INFORMADORES:
    • SÁNCHEZ ÁLVAREZ, María Josefa, 76 años. Vecina de Arenas de Cabrales, jubilada.
    • BORBOLLA ESPINA, José Luis, 83 años. Vecino de Arenas de Cabrales, jubilado.