Sheila Noriega, Adriel Gómez, Almudena Recuero y Diego González.
¿Cuánto ha cambiado la vida de hace 70 años a ahora? Vecinos de Peñamellera Alta y Cabrales nos cuentan la suya en aquella época.
Un vecino de Alles, de 83 años, nos cuenta que «antes, había dos escuelas -que hoy son la Casa de Cultura y la Cooperativa-, y que se dividían por sexos: una de «machos» y otra de «hembras«. En cada clase había alrededor de 50 alumnos, todos ellos del pueblo de Alles. Los maestros no tenían vocación y solo le daban importancia a que se comportasen con corrección y supieran catecismo. El maestro, el cura y el alcalde eran los que mandaban en el pueblo, por eso era tan importante asistir a misa y a clase. Si no lo hacían, o llegaban tarde, independientemente del motivo, eran castigados, aunque la ausencia se debiese a la necesidad de ayudar a su familia en el trabajo. Y «no había excusa suficiente para evitar el castigo» (1)
«Por la mañana los infantes se juntaban para ir a mecer a las cabras, después desayunaban, y finalmente iban a la escuela«. En los pueblos pasaban menos hambre que en las ciudades, pues en cada casa había alrededor de 5 vacas, unas cuantas cabras y alguna gallina. Además, en el puerto se hacía queso, que bajaban a vender a Llanes atravesando el Cuera. En el camino, coincidían con gente de Sotres que se dirigía al otro lado del Cuera para pasar el invierno, pues no podían quedarse en el pueblo porque con la nieve no podían salir de sus casas. En algunas ocasiones, se quedaban a dormir en Alles, en casas de los vecinos.
Nuestro informante recuerda a una mujer del pueblo, una señora habilidosa, que era capaz de ir de risco en risco con un canasto lleno de queso sobre la cabeza. También, rebuscando entre sus recuerdos, nos comenta cómo en Alles había Guardia Civil, e incluso policía durante dos años, que de vez en cuando aparecía mientras ellos estaban en el monte, con la intención de asustarlos con historias de ladrones y gente que vivía en el monte.
Nos cuenta, también, cómo hace 70 años la población en Alles era mucho más numerosa. La natalidad era mucho más alta que ahora, y había familias de hasta 12 hijos, exactamente 5. Sin embargo, aunque hubiera mucho crío, «no estaban tan pulidos como los de ahora«, en sus palabras.
En las casas antiguas no había baños, la gente se duchaba en el río. En los inviernos, además de que nevaba muchísimo más que ahora, la gente se aseaba muy de vez en cuando. La vida era bastante más dura que la de hoy porque, dejando al margen lo ya mencionado del baño, a la hora de la comida tampoco se podía ser muy exquisito. Se comía lo que había, y si no te gustaba, ya te darán más ganas de comerlo a la cena.
Un aspecto en el que nota un cambio enorme, es el modo de divertirse, los pasatiempos de los jóvenes de hoy. Él nunca tuvo un móvil, ni televisión. Cuando había aburrimiento, los niños pasaban la tarde jugando a los bolos, a las cartas, o incluso con piedras. En verano, iban caminando a las fiestas de los pueblos cercanos, donde se juntaba una pandilla grande de chicos y chicas que venían de un pueblo u otro. Panes (Peñamellera Baja) o Arenas (Cabrales) eran otro mundo ante sus ojos.
Uno de los recuerdos que menciona, es el de Franco pescando en Niserias: a ellos los obligaban a bajar a verlo, aunque nunca acercándose. No podían estar ni en la misma orilla. Y a la gente que no les gustaba el plan, le tocaba tirarse al monte. Añade un recuerdo trágico: el asesinato de un chico a manos del compañero, que había vivido con él en el monte durante 15 años.
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Por su parte, la familia de Manuel Pérez Rodríguez describe aspectos importantes de su vida en la misma época, pero en las localidades de Arenas de Cabrales y en La Hermida (Peñarrubia, Cantabria).
Manuel Pérez Rodríguez, natural de La Hermida y vecino de Arenas de Cabrales durante 45 años, nació en el año 1929. En su casa no había ganado, solo unas pocas gallinas, ya que su padre trabajaba en la central de Urdón (Peñarrubia), de la empresa Viesgo, y no tenían necesidad de tener ganado. Él pudo ir al colegio en La Hermida donde daban catecismo y conocimientos mínimos, como leer, escribir, multiplicar… Tenían como libreta una pequeña pizarra (que borraban con una bola de miga de pan para volver a escribir en ella). Las mujeres, en cambio, aprendían a coser, rezaban, les enseñaban a ser «una buena esposa«…
Con 13 años él dejó la escuela, como la mayoría de los niños en ese entonces, y empezó a ayudar en casa, en tareas como cocinar y limpiar…Su madre era, una mujer muy elegante, y su padre la trataba como una reina, era adorada por todos los familiares y nunca se le cuestionaba ni se discutía con ella. Manuel, con 15 años, empezó a trabajar como albañil y, a los 18, su padre lo metió en la empresa donde él trabajaba.
A los 23 años conoció a Cándida Freire Carbajal (hija de un chatarrero y natural de Poo de Cabrales) en un mercado que había en Carreña de Cabrales. Se enamoró profundamente de ella y, días después de conocerla, empezó a cortejarla, haciendo 37 km en bicicleta desde La Hermida hasta Poo y volver otra vez a La Hermida, haciendo en total 74 km. Al poco tiempo se hicieron pareja, y pidió traslado a la Central de Poncebos (también de la empresa Viesgo), viviendo en unos pisos de Arenas de Cabrales que daba Viesgo a sus empleados. Eran de bastante calidad para la época, tenían incluso aseo; actualmente siguen en pie y habitados. Empezó a tener ganado, caprino, ovino y vacuno. Se casaron a los 8 meses de conocerse y al poco tiempo empezaron a tener hijos. Llegaron a tener 16 a lo largo de su vida, pero tristemente 4 de ellos fallecieron al poco tiempo de nacer, por la falta de médicos y de las circunstancias del parto, ya que se daba a luz en casa. Aparte, crió a 5 nietos.
Él trato a su mujer de la misma forma que lo hacía su padre, como a una reina. Sus hijos y nietos confirman hoy que él lo hacía todo, tanto cocinar como limpiar y como atender el ganado. Nunca discutía con ella y cuando un hijo o nieto se quejaba porque ella gastaba dinero en joyas, decoración o simplemente que no hacía nada, él la defendía y decía: es su dinero y su casa, ella puede hacer lo que quiera con ello.
Manuel perdió una pierna a los 44 años, por gangrena, y la otra a los 60 años por la misma causa, quedando en silla de ruedas. Cándida falleció naturalmente en el año 1993, con 62 años. Una de sus nietas, actualmente, piensa que ella llevaba varios años con depresión, pero no se sabía por qué. Después de la muerte de su su señora, él guardó algunas de sus pertenencias, como las joyas de valor, escondidas en una de sus piernas artificiales. Para él las joyas eran un elemento esencial en la vida de las personas; de esa forma, sentía que ella seguía a su lado. Se trataba de su anillo de casada, de pulseras que él le regalaba en fechas importantes o de joyas heredadas de la propia bisabuela de Manuel…
Manuel falleció en el 2001 por causas naturales, con 72 años.
Después de analizar la vida de Manuel Pérez nos podemos dar cuenta del contraste tan brusco entre aquellas parejas y las actuales; del «enfoque» de vida de un adolescente actual comparado con el de antes, de la presencia del cristianismo en la educación y de que los estudios, entonces, ni eran importantes ni algo necesario, como lo son ahora.
Y también sorprende la natalidad de aquellos tiempos, pues hoy, cada pareja tiene 1 o 2 hijos. Y lo más curioso es que el machismo no guarda relación con la época solamente, sino con la educación familiar y la cabeza, como refleja esta historia sobre Manuel y su padre, quienes jamás realizaron ningún acto abusivo con sus mujeres, y ni siquiera les levantaban la voz.
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Fuentes:
1: Tino, vecino de Alles. Fuente oral. Alles 26/01/2022.
·2: Nieta de Manuel y Cándida de Arenas de Cabrales: documentación oral. Arenas de Cabrales 26/01/2022.