Curso 1963-1964. Promoción de Licenciados en Farmacia, Universidad de Santiago de Compostela / Fuente familiar.

Martín Barrena | Paula Collado.

Maria de los Angeles de joven/ Fuente familiar.

María de los Angeles Isorna Artime nació en Santiago de Compostela el 6 de Julio de 1939. Su padre, Enrique, era maestro, mientras que su madre dedicó su vida a diferentes tipos de comercio, desde una ferretería hasta la colchonería por la que se la recuerda en la zona. Tuvieron la ardua tarea, pero entonces normal, de sacar adelante seis hijos. Siendo aún una niña a Ángeles la empezaron a llamar Paloma, por su parecido con otra niña que se crió en su casa, y ese nombre le quedó de por vida.

Ingresó en Nuestra Señora de los Remedios, un colegio de monjas donde estudió hasta acabar el bachiller, que entonces contaba con siete cursos. Finalizado, sin tener claro aún qué hacer, se presentó al examen preuniversitario de Ciencias. En aquella época no existía una “nota de corte”; simplemente, con aprobar el examen podías acceder a cualquiera de las carreras de la Universidad.

Paloma estaba veraneando en una aldea cuando se abrió el plazo de matriculación; cuando volvió, descubrió que su padre la había inscrito en la carrera de Farmacia. El le ofreció la opción de cambiar de carrera, pero ella, sin ninguna vocación clara, prefirió asumir la decisión.

En 1965, tras acabar la carrera y mientras hacía la tesina, entró a trabajar en una farmacia como ayudante. No cobraba mucho, 1500 pesetas al mes, pero por aquel entonces le bastaba para ir al cine los fines de semana y disponer de dinero propio. Allí trabaja un año, hasta que le ofrecen un trabajo como profesora adjunta en la Universidad, donde empezará a cobrar un sueldo de 6.000 pesetas mensuales. Es entonces cuando conoce a Francisco Caamaño Pajares, el que será su marido, que acababa de aprobar las oposiciones de juez.

Francisco será destinado al poco tiempo a Noya. A pesar de que la localidad esta solamente a treinta y cinco kilometros de Santiago, Paloma decide abandonar la Universidad en 1968, para acompañar a Francisco y casarse con él: la carretera era mala y el trayecto diario se hacia largo. En los ocho años siguientes, tendrá seis hijos: cinco mujeres y un varón. «Ocho años sin trabajar«, en sus palabras, pero que «es un decir» con esa rapazada.

Cuando su hija más pequeña cumple dos años, en 1976, se “reincorpora al mundo laboral”, y abre una farmacia en Vistalegre, un barrio trabajador de Santiago, cercano al antiguo hospital. Le hacía competencia su hermana Catalina, que tenía otra farmacia a escasos doscientos metros.

El local medía aproximadamente unos setenta metros cuadrados y estaba dividido en cuatro estancias: la tienda en sí, una sala con una camilla, un pequeño baño y un almacén en el que había una poyata, instalación que había en las farmacias para preparar las mezclas que indicaban los médicos.

Echando la vista atrás y viendo las cosas que nos cuenta Paloma de sus años como farmacéutica, no nos vienen otras ideas que las de anarquía o inocencia, tanto de los médicos como de los pacientes. Como la historia de aquella paciente a la que le habían recetado tomarse una pastilla con cada comida. La paciente acudió a la farmacia a decirle a Paloma que era incapaz de comerse la pastilla, ni acompañándola con patatas: la señora pensaba que había que masticarla antes de tragarla y, claro, la pastilla no sabía muy bien.

O aquella prueba de sangre, para detectar la “subnormalidad”, que consistía en pinchar el talón del recién nacido, para sacar unas gotas de sangre, que se ponían sobre unas tiras de papel para enviarlas a analizar.

Paloma con su marido Francisco/ fuente familiar.

Eran tiempos en los que la sociedad no veía mal mezclar antibióticos y alcohol. Paloma se acuerda de recomendar constantemente a los clientes que no los juntaran, “a los aficionados al vino ya no les decías nada” recuerda. Eran tiempos en los que los antibióticos se daban sin receta, los propios farmacéuticos podían indicarlos, y se prescribían de forma habitual para cualquier afección leve de garganta

Trabajó durante los primeros diez años sola, aunque acogió siempre a alumnos en prácticas, que estaban en los últimos cursos de Farmacia. El primer horario que tuvo, antes de contratar a empleados, era de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00, a lo que había que añadirle las guardias, que les tocaban cada 8 días e iban de 9:30 a 22:30.

Mas adelante, contrató a un chico que había estado de prácticas con ella, Miguel, que hoy en día sigue como empleado en una farmacia cercana.

Ángeles se jubilo en 2007, ya con seis nietos. Hoy vive junto a Paco, su marido, en un piso de San Pedro de Mezonzo, un barrio del casco nuevo de Santiago

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  • Testimonio oral de Maria de los Angeles Isorna Artime, Paloma. 02/02/2022.