Capilla de San Antonio, lugar en el que se encontraron algunos de los restos del meteorito. Fotografía tomada por Miguel Menéndez.

Miguel Menéndez, Julia Díaz, Ewan Sánchez

El 6 de Diciembre de 1866, los vecinos del concejo de Cangas de Onís presenciaron uno de los acontecimientos más memorables de la época. Un meteorito se descompuso en miles de pedazos al atravesar la atmósfera, y sus restos se esparcieron por todo el concejo y sus alrededores.

Sobre este hecho hay mucha información. Se sabe cuánto pesaban las rocas que alcanzaron la superficie, se sabe quiénes fueron las personas que recolectaron estos restos… Sin embargo, nosotros decidimos investigar de otro modo: entrevistando a vecinos de los pueblos de Cangas, para ver si ellos podían contarnos la experiencia que vivieron sus antecesores el día del suceso, y para descubrir de qué manera se recuerda a el meteorito en el terreno local.

Nuestro primer entrevistado fue Venancio, un ganadero de 91 años, nacido y criado en Parda, en la parroquia de Margolles. Obviamente, él no fue testigo de el meteorito, pero sí lo fue su abuela, con quien convivió muchos años.

«Todas las tardes, cuando nos sentábamos a comer, mis abuela nos contaba historias. La del meteorito es una de las que mejor recuerdo. La primera vez que nos la contó, todos pensamos que era una broma.»

Venancio nos contó que su abuela, Carmen, quien estaba en casa cuidando de su hermano pequeño, recién nacido, solo escuchó el estruendo causado por el meteorito. Unos segundos después, su padre entró corriendo por la puerta, gritando que el cielo se había iluminado, que había visto cómo cientos de pequeñas luces viajaban a toda velocidad por el cielo. Las luces procedían de las pequeñas rocas en las que el meteorito se descompuso al entrar en la atmósfera.

La abuela de Venancio y el resto de su familia ya vivían en Parda, un pueblo aislado, situado en la montaña y bastante alejado de la capital del concejo, pues los coches en aquella época eran inimaginables en muchos de los pueblos.

América, de 68 años, es vecina de Peruyes, el pueblo más grande de la parroquia. Al ser más joven que Venancio, no llegó a conocer a ningún familiar que pudiese contarle lo que había pasado. Todo lo que sabe sobre este hecho lo conoció en el colegio. América fue alumna del colegio de Peruyes, cuando este aún funcionaba, y, tanto entre los niños como los propios profesores, muchas veces se comentaban cosas sobre el meteorito.

«De pequeña, yo casi ni sabía lo que era un meteorito, hasta que no lo aprendí en el colegio. Pero, antes de que me enseñaran lo que era, ya había oído muchas historias sobre eso. Antes, esa era la forma de entretenerse en los pueblos. Nos contábamos historias, y escuchábamos mucho a nuestros mayores. Así es como estas historias perviven.»

En una de las anécdotas, más recordadas en el colegio, según América, se mencionaba a un hombre que había ido picando a todas las puertas del pueblo, avisándoles de que la luz que había alumbrado el cielo era una señal de que «el fin del mundo se acercaba», y de que todos estuviesen preparados para «reunirse con Dios».

Finalmente, nuestro tercer y último entrevistado fue Emilio, de 88 años. Emilio, residente de Cangas de Arriba de toda la vida, nos contó que una enorme roca había aterrizado cerca de la capilla de San Antonio, y que todo el pueblo se había arremolinado ante ella para descubrir de dónde provenía. Todo esto nos lo contó en nombre de su bisabuelo Amancio, quien vivía en Cangas de Onís, y fue uno de los muchos que vivieron este memorable día, y que después le contó la historia a sus familiares, para que estos, algún día, pudiesen contársela a la gente como nosotros.

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FUENTES

INFORMADORES

  • Aguilar Menéndez, Venancio (91). Vecino de Parda (Cangas de Onís).
  • Gonzalez De la Roz, América (68). Vecina de Peruyes (Cangas de Onís).
  • Cortina Ruiz, Emilio (88). Vecino de Cangas de Onís.