La Orquesta Covadonga en una de sus actuaciones en Riaño en la década de 1940 [1]. Imagen: José Antonio Núñez [2].
Olaya del Cueto Gutiérrez, Elisa Martínez García y Laura Núñez de Con
Cuando hablamos de la evolución musical canguesa, nos referimos a ciertas agrupaciones presentes en Cangas de Onís a principios de siglo XX. Pero a mediados de este mismo siglo, destaca una banda musical que se formó en parte gracias a la Banda de Cangas: la Orquesta Covadonga.
La información sobre ella no es muy extensa y tampoco hay mucha escrita. Por ello, gracias a la colaboración de María del Pilar Núñez Díaz, podemos saber un poco más sobre esta famosa orquesta cangüeso, cuyo saxofonista era su padre. La Orquesta Covadonga se formó tras la Guerra Civil, en la década de los 40, por iniciativa de ciertas personas que tenían conocimientos básicos de solfeo, pues la mayoría habían participado en la Banda de Música de Cangas (mencionada en el artículo anterior).
Los músicos que formaban la orquesta aparecen en la imagen de portada, que son de izquierda a derecha: José Núñez «el Chepu», Francisco Otero «Paco», Guzmán San Cristóbal, Orlando Poo «Lando», Evaristo y Remigio. Fue fundada por Rafael Moro, natural de Pola de Siero (quien compuso la pieza “Que cante la alondra”, ahora interpretada también por el Coro Mixto Peñasanta) y estaba dirigida por Francisco Otero. [1]
Ellos tuvieron la iniciativa y formaron la orquesta, que vivió su máximo apogeo a partir de los años 50, siendo una de las agrupaciones más importantes de la comarca. De 1954 data un cartel de la orquesta en el que se presentaban como «la mejor agrupación musical: este conjunto se caracteriza por sus dulces melodías y magnífica presentación derrochando en todas sus actuaciones gracia y alegría» [2]. Los contrataban para las romerías (nuestras fiestas de prau) más conocidas, ya que de aquella no había tampoco muchas agrupaciones. Su escenario era peculiar: tocaban sobre tarimas de madera que no eran demasiado estables y además todo en directo, sin ningún tipo de amplificación para los instrumentos. Así nos lo relataba Pilar:
«Hasta los años 60 no pudieron comprar unos amplificadores para los instrumentos, porque comprarlos suponía hacer una inversión que no se podían permitir» [1].
Estos músicos tuvieron éxito más allá de los límites cangueses. Los contrataban para las verbenas incluso de Riaño o León, lo que suponía estar unos días fuera de casa. Esto a veces era complicado de compaginar con la vida laboral, porque los músicos no se dedicaban solo a eso: tenían sus profesiones principales como fontanero, policía municipal… Además, cuando iban a una fiesta podían pasarse desde el mediodía que comenzaba la procesión y la celebración, hasta altas horas de la madrugada tocando para amenizar aquellos festejos. Desde las primeras celebraciones (en torno a febrero) hasta el mes de octubre, la orquesta era contratada en la mayoría de fiestas de los alrededores. Pero como ya hemos dicho, no siempre les resultaba todo tan fácil, y ya no solo por su vida profesional, sino porque las comunicaciones con ciertos pueblos eran paupérrimas, en palabras de María del Pilar:
«A veces tenían que ir a pueblos tan lejos y con tan malas carreteras, que tenían que subir los instrumentos a la espalda. Esto no siempre suponía un problema, pero en algunos casos (cuando empataban una fiesta con otra) podía llegar a serlo. También como anécdota puedo contar que a ellos les daban de comer en los pueblos, porque no podían ir y venir todos los días. En el tiempo que estaban fuera, decían que siempre les daban de comer arroz, aunque también es comprensible por la época en la que estaban». [1]
Realmente eran unos buenos músicos, ya no solo por sus conocimientos, sino porque tenían un buen «oído musical». Muchas veces no podían permitirse ir a buscar partituras a Madrid a la Sociedad de autores, por su lejanía y por el gasto de dinero que suponía adquirirlas [1]. Esto hacía que, aunque sí utilizaban partituras, muchas veces prepararan canciones de oído para después tocar en las romerías y aquellos lugares donde fueran contratados. Para las contrataciones, había un número de contacto con la orquesta: el número 12, y las comunicaciones realmente se establecían con el Hotel Eladia (por su relación con uno de sus integrantes).
Los músicos ensayaban en La Morra, barrio de Cangas de Onís, en un local debajo de la vivienda de José Núñez. Como ya hemos mencionado, los artistas no estaban siempre disponibles para poder ir a ciertos sitios a tocar. Por esta misma razón, en algunas ocasiones suplían las vacantes algunos músicos con los que tenían una relación de amistad y que estaban en otra agrupación, como fue el caso de Julio Desiderio, apodado «El Gállaru», que provenía de la Orquesta Venecia de Infiesto, y quien participó en más de una ocasión con los integrantes de La Covadonga. Poco a poco, también se fueron adhiriendo nuevos integrantes de otras bandas en declive que mantuvieron la esencia de la orquesta y siguieron más años con su legado, como por ejemplo los hermanos Antonio y Enrique Otero. [1]
Poco a poco, esta agrupación se fue desintegrando y perdiéndose, con ello, la esencia de lo que era la Orquesta Covadonga. Pero lo que no se debería acabar es la memoria, el recuerdo de aquellas iniciativas y actuaciones de hace ya unos cuantos pero que explican qué somos nosotros ahora. Con este testimonio e historia lo que pretendemos es dejar escrito aquello que algún día no se escribió y que, si no se hiciera ahora, en poco tiempo ya nadie sabría y quedaría en el olvido.
Fuentes
- [1] Testimonio y documentación gráfica de María del Pilar Núñez Díaz, vecina de Cangas de Onís e hija de José Núñez «el Chepu». En Cangas de Onís, a 19 de abril de 2022.
- [2] Documentación gráfica de José Antonio Núñez González, vecino de Cangas de Onís y nieto de José Núñez «el Chepu». En Cangas de Onís, a 17 de abril de 2022.