Reforma de una casa en Pulieru (Cebia, Cangas de Onís) llevada a cabo por el estudio de Ana Llano y Gerardo Rodriguez. Imagen: Santiago de la Vega.

Paula Collado Intriago y Martín Barrena Caamaño

Ana Llano Valle y Gerardo Rodríguez Monje son una pareja de arquitectos residentes en Cangas de Onís. Llevan en activo desde 1997. Sus primeros años de profesión los trabajaron en un estudio formado por un grupo de arquitectos afines, amigos de hecho, en el norte de Palencia, de donde era oriundo Gerardo.

Allá por el año 2004 decidieron moverse a Asturias. No fue porque no hubiera trabajo en Palencia, sino por el clima de montaña y el declive económico asociado al cierre de las minas de carbón. Ana se resistió un poco a la idea, es asturiana, y veía volver a la tierra como cerrar un círculo que se había abierto con su etapa de formación en Valladolid..

Desde haca ya casi veinte años, llevan proyectando, construyendo y reconstruyendo edificios en la comarca del Oriente de Asturias. La mayoría de sus actuaciones lo han sido sobre viviendas familiares. Ana nos dice que es la parte que más le gusta de su trabajo “ver como se cumple -y a la vez cambia por diferentes circunstancias- el sueño de unas personas, que muchas veces es el de construir su propia casa”.

Cuando le preguntamos por las peculiaridades de la arquitectura rural asturiana, destaca la presencia de “falsos sótanos”. El terreno asturiano es irregular, dominado por montañas, suelos en pendiente y, en consecuencia, escasas fincas llanas. De ahí que una gran parte de las construcciones estén empotradas en la pendiente, quedando la planta baja semi-soterrada. Esto genera humedades, que antiguamente no importaban, pues se habitaba la parte de arriba y se dejaban los bajos para las bodegas o cuadras.

Pero hoy supone un problema a la hora de rehabilitar o reconstruir: ahora se prefiere vivir en las partes bajas, con terrazas y acceso al jardín. La opción de desenterrar las paredes que dan a la pendiente, para evitar las humedades, no siempre se puede acometer, pues las paredes se sujetan contra la tierra y cargan su peso en ella, de manera que si se desentierran, la casa puede venirse entera abajo.

Otra característica de las casas rurales suele ser su escasa luminosidad. En el pasado, cuanto más grandes fueran los huecos para las ventanas, más frío entraba en la casa. Pero también hay motivos materiales: los dinteles no podían ser muy alargados porque corrían el riesgo de ceder por el peso de la carga. Ése es uno de los motivos por los que el hormigón sustituyó rápidamente a la piedra: permitía abrir huecos alargados en las paredes.

Pulieru (Cebia, Cangas de Onís) antes y después de la rehabilitación. Imagenes: Ana Llano y Gerardo Rodriguez.

Una de las cosas que se ha ido recuperando en la construcción de estos últimos años es el uso de la madera. Cuando nuestros entrevistados se establecieron en Asturias, había disminuido el empleo de la madera en las construcciones: no era rentable. La humedad asturiana la hostigaba, y si se pretendía acentuar su resistencia, había que dejarla secar durante años. Pero ahora las industrias madereras cuentan con tecnología y procedimientos eficaces para la extracción de la humedad, además de innovaciones en la propia materia prima, como es el caso de la madera laminada.

Cuando le preguntamos por su propio estilo, Ana nos habla de los contrastes: le gusta mezclar elementos como la piedra, el aluminio y la madera, en sus proyectos. Por otro lado, considera que es todo un reto integrar la apertura que requiere la habitabilidad actual con casas, fachadas y perfiles que han de formar parte equilibrada del paisaje rural.

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  • Testimonio oral de Ana Llano Valle
  • Imágenes: Ana Llano Valle.