Miguel Menéndez, Julia Díaz, Ewan Sánchez.
Turkana es una región del noroeste de Kenia, en África. Es una zona tremendamente pobre, en la que habita el pueblo turkana, una gran tribu aislada del resto de habitantes del país. La región recibe este nombre por estar bañada por el lago homónimo, en cuyas orillas se cree que la raza humana dio sus primeros pasos. Irónicamente, el lugar en el que se originó la vida humana, hoy en día ha quedado reducido a una región totalmente ignorada por el gobierno keniata, y que depende en gran parte de las ayudas recibidas todos los años por organizaciones extranjeras.
Hemos querido profundizar en cómo son estas ayudas que se dan a los turkana para que puedan sobrevivir y tener unas condiciones de vida algo mejores. Para ello, entrevistamos a Mónica Otón, una pediatra madrileña que, entre marzo y septiembre de 2018, pasó seis meses formando parte de la ONG «Aztivate«, y prestando su tiempo y dedicación a esta causa.
«Aztivate» es una ONG originada en Madrid, que tiene como objetivo facilitarle a este grupo de gente el acceso al agua, ya que la del lago Turkana no sirve para el consumo, debido a la pobreza de las tierras y a la contaminación; la organización facilita también el acceso a alimentos, educación y sanidad.
Para eso, la ONG se puso en contacto con tres monjas ecuatorianas que llevaban ya 20 años viviendo en Turkana. Ellas se habían mudado allí «con una mano atrás y otra delante«, sin ni si quiera saber su idioma, con el objetivo de mejorar sus condiciones en cuanto a la educación y la salud. En esos 20 años, antes de que Aztivate contactase con ellas, y gracias a donaciones y ayudas de otras ONGs, ya habían construido 14 escuelas en un radio de 200 km desde el pueblo en el que habitaban, además de algunas pequeñas clínicas en los poblados. Para las escuelas, ellas mismas eran quienes se habían encargado de encontrar a un profesor.
Cuando Aztivate comenzó a trabajar con ellas en Turkana, lo primero que hicieron fue construir pozos, para que la gente tuviese acceso a agua potable, y empezar a llevar médicos que quisiesen pasarse unos meses trabajando (sin pedir nada a cambio) junto a ellos. Una de estas personas, fue Mónica.
Su trabajo allí era bastante duro, pero muy gratificante. Trabajaban en el hospital de Lokitown, la única población medianamente organizada de la región. En ese hospital, la organización era nula. Es un hospital que el gobierno de Kenia había construido para los habitantes de la zona. Sin embargo, al estar la tribu tan abandonada e ignorada, el hospital estaba muy desabastecido, y solo tenía lo básico para poder trabajar y curar males menores.
Además de trabajar en ese hospital, también tenían una clínica ambulante. Se movían en todoterreno de poblado en poblado, transportando los materiales necesarios, para hacer un control del estado nutricional de todos los niños menores de 14 años, y para pasarle consulta a todo aquel que tuviese algún problema de salud. Los compañeros de Mónica en Turkana eran Mary, una enfermera keniata, Justus y Joseph, dos médicos, también keniatas, Luis, otro enfermero de Alicante, y Edward, el conductor del todoterreno.
La otra parte de su trabajo consistía en darle algo de formación sanitaria a los profesores de las escuelas, para que supieran qué hacer si algún alumno enfermaba, y también ayudarles a darle clase a los niños más pequeños sobre las cosas básicas.
Sobre la forma de vida de los turkana, Mónica también nos contó lo espirituales que son. Tienen una religión animista, que con el tiempo se ha ido mezclando con el catolicismo. Por eso, las misas allí son «un espectáculo». Son capaces de combinar una misa tradicional como las nuestras, con sus rituales y su espiritualidad. También son un pueblo muy generoso. Comparten todo lo que tienen, aunque no tengan prácticamente nada.
Todos tienen conciencia de la importancia de mantenerse limpio y aseado, aunque tengan recursos limitados para hacerlo. Por ejemplo, tienen unos dientes muy sanos, lo que es raro, debido a su mala nutrición. Eso es gracias a que, tradicionalmente, utilizan una parte de un árbol autóctono para cepillárselos. También crean sus propios jabones para lavarse la ropa y el cuerpo. Siempre encuentran una manera de mantenerse limpios.
Viven en pequeños poblados, conformados por casas dispersas construidas con materiales vegetales. En el centro de los poblados, suele haber un mercado, en el cual practican el trueque con sus productos, y donde suele trabajar el curandero del pueblo.
Una de las cosas que le preguntamos a Mónica, fue qué era lo más importante que ella se había llevado de su experiencia como cooperante en Turkana, a lo que nos respondió:
«Cuando haces estas cosas, recibes mucho más de lo que das, aprendes mucho más de lo que enseñas. Yo les enseñé a ponerse un termómetro, y les curé catarros. En cambio, ellos a mi me enseñaron a convivir con la naturaleza sin hacerle daño. También me mostraron valores que en nuestra sociedad se van perdiendo, como el cuidar a los nuestros por encima de todo, el ser hospitalario con todo el mundo, y el ser agradecido con lo que tienes, aunque sea poco.»
- Informadora: Otón Riaza, Mónica. Pediatra, cooperante.
- Fotografías tomadas por Mónica Otón.