Niños de Sinariega y Tresmonte juntos en 1948. En ese año las dos escuelas sumaban un total de cerca de 50 alumnos.

Lucas Rodrígez Llano. Mi abuelo José Antonio (1), en los años 40 del siglo pasado, y mi madre, en los 70, vivieron dos momentos muy distintos de la misma escuela en el pueblo de Tresmonte, concejo de Parres. Mi abuelo, el momento de mayor ocupación de la escuela, y mi madre, sus últimos años y el cierre.

La escuela «se mandó construir en 1912» por Manuel Fernández Juncos, hermano de la abuela de José Antonio. De acuerdo con el testimonio de mi abuelo, a su tío «le iban a dar un premio por conseguir la oficialización del castellano en Puerto Rico» y puso como condición al rey ALFONSO XIII, para aceptar el premio, que se construyese una escuela en su pueblo, Tresmonte, para los niños de la zona, y otra, graduada, en La Atalaya, Ribadesella. Ambas llevaron su nombre.

Aunque parezca increíble, Manuel Fernández Juncos salió de Tresmonte con 11 años, reclamado por unos parientes en Puerto Rico, y llegó a ser un hombre influyente en las letras de ese país. Consiguió elaborar, en tiempo récord, unos textos académicos en español ante la exigencia de los americanos. Así, el español pudo seguir siendo lengua oficial en Puerto Rico.

La pequeña escuela que se construyó era parecida a una cabaña: piedra, madera y teja, sobre unos 40 m². Tenía tres ventanas al sur y un retrete independiente a la entrada, que se edificó posteriormente. Se calentaban con una estufa de leña y no había agua corriente.

Mi abuelo, que nació en 1937, en plena guerra civil, asistió por primera vez a la escuela en abril de 1942, con 5 años, uno antes de lo habitual. Fue la época con mayor concurrencia de niños, 27 en concreto. Se distribuían en doce mesas de dos alumnos cada una, y tres si eran pequeños. Desde aquel año, el número de alumnos fue disminuyendo progresivamente. Cuando terminó su tiempo de escuela, en julio del 51, eran sólo 15.

Tenían un único profesor para todos los alumnos. El primero se llamaba Anfiano. El segundo -no recuerda el nombre- le apodaron ‘maestru vieyu‘. Venía en el tren de las 8, los lunes, desde Ribadesella hasta Cueves, a 4 km de Tresmonte. Se quedaba, como los demás maestros, en una casa del pueblo y marchaba los sábados a medio día. El terceru fue Don Felipe Ortiz Barcina, que estuvo en Tresmonte desde abril del 43 hasta julio del 49. Era de Madrid, y dos años antes de marcharse se casó con una chica del pueblo. Su última maestra, Paz González Fernández, lo fue desde septiembre del 49 hasta julio del 51, cuando él salió de la escuela. Era de Sograndio y permaneció 10 años más en ella, hasta julio del 61.

El horario era de 9 a 12 de la mañana y, por la tarde, de 2 a 4. Los sábados solo iban por la mañana y los domingos descansaban. En principio no tenían libros de texto, se servían de dictados. Sin embargo, con Paz ya utilizaron una enciclopedia de contenidos generales. Les mandaba todos los días aprender dos lecciones, resolver problemas o hacer alguna redacción.

Era habitual que los alumnos faltaran a clase para echar una mano en las tareas domésticas o del campo. Otros, simplemente porque les quedaba algo lejos. José Antonio casi nunca faltó a clase aunque en casa había mucho trabajo.

Mi madre asistió a esa misma escuela desde 1971, con 5 años, hasta noviembre de 1974, cuando se cerró. En ese último año ya sólo asistían 4 alumnos, dos de Tresmonte y dos de Sinariega, cuya escuela ya se había cerrado con anterioridad.

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(1) José Antonio Llano Tirador, abuelo del autor y natural de Tresmonte.