Familia Menéndez y Familia Martínez en Llonín (1979). Fotografía cedida por María Josefa Menéndez.

Creado por Claudia Torre y Xabel Sánchez.

Hace muchos años, cuando la tecnología no había inundado nuestras casas y no existían los videojuegos y las consolas, y tampoco había internet ni móviles, en los pueblos no se veían aburridos sin saber qué hacer: de aquella había un montón de juegos sencillos con los que pasaban su tiempo de ocio. Para poder conocer un poco más sobre como pasaban el tiempo libre en los pueblos, hoy haremos un par de preguntas a Emilio Torre, un vecino del pueblo de Llonín, y así poder contrastar las vivencias de la infancia de nuestros mayores con las nuestras.

Cuando tenías tiempo libre ¿A qué os dedicabais?

Cuando íbamos a la escuela solo había un maestro o maestra que daba clases para todos los cursos, desde primero hasta octavo. En el recreo, como era poco tiempo, solíamos jugar en los caminos, a castillos con avellanas [1], a la comba, al burro [2]… algunos juegos exigían habilidad, otros fuerza, y se podía jugar tanto en grupos como por parejas.

Por las tardes o los domingos, mientras los mayores jugaban a los bolos, que era considerado el rey de los deportes en aquella época, nosotros, los más jóvenes, solíamos jugar al balón, al jitu [3], al escondite, al calvo [4] y a la tana [5] entre otros juegos.

¿Dónde solíais jugar?

Generalmente, solíamos jugar en la bolera, pero cuando estaba ocupada por los mayores, como no los podíamos echar, entonces teníamos que buscar otro sitio. Solíamos ir a unos praos a las afueras del pueblo, donde sobre todo jugábamos al balón, pues era un espacio muy grande, el balón no podía dañar ninguna casa y ningún vecino se quejaba de nosotros si hacíamos mucho barullo.

¿De todos estos juegos nombrados, ¿qué juego puedes recordar con más anhelo?

A mí el que más me gustaba de todos era el de El aro, que se solía hacer con los culos de algunos calderos y lo jugábamos en la bolera cuando en ella no se jugaba a los bolos. El mío me lo había regalado un familiar, hecho por él mismo, ya que era herrero. Como el mío era más bonito y diferente, en vez de un palo, como tenían la mayoría de los otros, tenía un hierro con forma de garra al final y para la empuñadura, un trozo de madera pintada de blanco.

¿En qué consistía el juego del «aro»?

Usábamos la bolera a modo de gincana, colocando piedras como obstáculos, y la competición era a ver quién lo hacía más rápido sin que se le cayera el aro, así que necesitábamos velocidad y equilibrio. Otras veces, si aquí no podíamos, consistía en dar una vuelta por todo el pueblo, yendo todos juntos. Esto implicaba más fuerza y resistencia, ya que había curvas y subidas en las que podías tropezar con la gente, a la que teníamos que esquivar. En algunas zonas también había escalones, lo que suponía mayor dificultad y equilibrio. Era mi juego preferido, se me daba mucho mejor que otros y casi siempre ganaba.

¿Qué es lo que más echas de menos de esos momentos?

Algunos juegos se te daban peor y otros mejor. Mucha gente era demasiado competitiva y se enfadaban si perdían, lo cual era gracioso para el resto; de vez en cuando los dejábamos ganar para así poder seguir pasándonoslo bien. Y eso era lo más importante: no importaba quién ganaba a lo que jugabas, sino que pasabas un buen rato y se creaba un ambiente muy bueno, además de un sentimiento de unidad.


  • [1] Hacer castillos con avellanas y la finalidad era derribar las avellanas y quien ganara se quedaba con todas.
  • [2] Se colocaban unos sobre otros a modo de burro y otras personas intentaban derribarlos saltando sobre ellos.
  • [3] Se colocaba un palo clavado en el suelo y el resto de personas tenían que intentar derribarlo tirándole un palo por persona.
  • [4] Se colocaba un bote a modo de trípode y con un palo desde una determinada distancia se intentaba derribar.
  • [5] Colocas los números del 1 al 10 en el suelo dentro de cuadrado y tienes que ir saltando sobre ellos a la pata coja, ir y volver sin caerte.

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  1. Torre González, Emilio, vecino de Llonín, 19/11/2022.