La Jueya.

Cuando José Manuel Martínez estampó su apellido en el local de la Avenida de Covadonga 16, en 1981, no sabía que a lo largo de su vida profesional la historia de la fotografía iba a experimentar las dos revoluciones en las que aún estamos inmersos: la digital de los procedimientos y la de Internet.

En torno a 1999 las máquinas rompieron definitivamente con la película y pocos años después, en 2005, el fotógrafo de Cangas de Onís llamó a la Casa Gretag para que viniera a llevarse la máquina de revelado. A veces la historia pasa delante de nosotros sin que nos demos cuenta.

Pero siempre nos quedará el parís de las bodas, manantial inagotable para fotógrafos y momento que jamás de los jamases se podrá resolver online. Ahí el arte se pliega al oficio pero no desaparece, porque los ritos de paso están tocados por la belleza y tienen fuerza natal.

A José Martínez le gusta esa viveza.