Botella grabada del Llagar de Pepín, 2024.

Marta Martínez Cadenaba. En la zona del Oriente de Asturias, la sidra tiene un gran valor cultural y gastronómico. Hay varios llagares en diferentes puntos; algunos ya no están operativos y otros siguen vigentes hoy en día.

En 1890, se funda el Llagar de Ñico en Arriondas, Parres, que en 1956 pasa a estar en manos de Basilio Aramburu, quien le cambia el nombre y pasa a ser Sidra de Basilio. En la actualidad, ya no existe.

En la zona de Ribadesella, el Llagar de Manuel Martínez Noriega se crea en 1891, y en Llanes, en 1920, se abre el Llagar del Palacio de Buelna. En el mismo concejo costero, en Naves, a mediados del siglo XX, Manuel Carriles, abuelo materno de Jacinto Vela, comienza a elaborar su propia sidra en el llagar de casa. En 1990, Jacinto abre «El Cabañón», que toma el nombre de una sidrería histórica de Nava, tras su cierre. En la actualidad, Irene Vela regenta la Sidrería.

En Benia de Onís, el Llagar de Sirviella, creado por Pilarina, madre de Francisco José, se pone en funcionamiento en 1932. Actualmente el llagar sigue existiendo y es atendido por su hijo.

Hay muchos otros en Parres, Peñamellera, Cangas de Onís, y en otros concejos del Oriente. Muchos de ellos evolucionaron hacia la modalidad de sidrería-restaurante, atraídos por el turismo, y que siguen en funcionamiento, como por ejemplo el Llagar Casa Juan en Cangas de Onís.

Las marcas locales de la sidra se estampan tradicionalmente en el corcho, aunque también era habitual el grabado de las botellas, del que se tiene noticia desde 1.785.

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Fuentes: Francisco José (Pepín), vecino de Benia de Onís.