El agua se desplaza sobre la realidad y la arrastra. Imagen: Gabriel E., José Luis B.

Gabriel E. Doana, José L. Bulnes. Nos ha llamado la atención la interpretación mítica sobre el agua que se desarrolla en la película, trayendo lo mágico a la realidad actual, de acuerdo con una tradición originaria de La Vega Baja, en Orihuela, pueblo de nacimiento de Elena López Riera, directora de la película. 

El mito, transmitido de generación en generación, ha sido utilizado durante siglos para explicar las inundaciones consecutivas que han afectado a la región durante siglos, mostrando la dualidad de sentimientos que se despiertan ante el elemento vital, el agua: aunque es esencial para sostener la agricultura local, también es objeto de temor y respeto, como se ve reflejado ya desde la escena inicial, donde un grupo de jóvenes comparte sus miedos mientras un animal muerto pasa flotando delante de ellos por el río. 

El miedo parece incidir principalmente en las mujeres más jóvenes, advirtiéndoles acerca del amor e intentando ejercer sobre ellas un efecto represivo. Sentir el agua dentro parece guardar relación con quien se enamora de ellas y que, como en el caso de las fuertes lluvias y de las riadas, arrasa con todo a su paso para llevárselas.

La película provoca reflexión sobre cómo las leyendas nos pueden afectar, tanto culturalmente como en lo social, pues el enfoque narrativo va mucho más allá de la mitología local, generando preguntas en el interior del espectador sobre la naturaleza humana y el miedo.